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Todos los monasterios cistercienses se organizan de manera muy similar,
todos están dirigidos por un abad, que es el encargado de ordenar la vida
de la comunidad, es elegido por los monjes y será el que represente a la
comunidad en las reuniones generales de la orden (capitulo general).
Está auxiliado por el prior que es nombrado por el abad, y es el primero
(prior) de los monjes. El tesorero, es el encargado de llevar las cuentas
de la abadía. El cillero, es el responsable del almacén de alimentos (cilla).
El sacristán es el encargado de la realización de las actividades del culto
y es el que llama a la oración. El hospedero, adjunto al cillero, es el
encargado de acoger y atender a los huéspedes. Durante los rezos del día
el chantre dirigirá el coro de los monjes y dirigirá las procesiones y en
caso de no existir bibliotecario, se encargará de la custodia de los libros.
El portero es el que guarda la entrada de la abadía. Completará la
plantilla el enfermero encargado de la atención a los enfermos y de
elaborar las fórmulas con las plantas medicinales.
Los monjes
La vida del monje del Cister se basa en el retiro y la pobreza para llegar
a través de la oración, a la comunión con Dios. Las abadías cistercienses
se ponen bajo la advocación de la Virgen, a la que profesan una
devoción especial. La comunidad monástica vive en regimen de autarquía,
fuera de las costumbres y modas de la época, rechazando los beneficios
eclesiásticos, aunque con el paso del tiempo, los abades del cister llegaron a
tener una gran influencia dentro de la iglesia, incluso llegando alguno
de ellos al papado (Eugenio III). El propio Bernardo de Claraval tuvo una
gran influencia en su época, llegando a ser llamado por el Papa para
predicar la segunda cruzada. La entrada en el monasterio se produce como
novicio, que es dirigido en el aprendizaje por algún monje anciano,
conviviendo juntos dentro del monasterio los monjes y los novicios,
excepto en las reuniones del capítulo cuando los monjes entrarán en la
sala capitular y tomarán asiento en torno al abad, quedando los novicios
en el exterior, asistiendo a la reunión a través de las ventanas, pero sin
poder participar en el. Al termino del noviciado, pronuncia solemnemente
delante del abad y la comunidad, los votos de estabilidad, obediencia y
conversión de costumbres, tras lo que se convierte en monje profeso.
Tendrá como único vestido una túnica de color crudo, que es la que
dará a los cistercienses el sobrenombre de "monjes blancos".
Estará sometido a la regla de San Benito y vivirá en silencio.
La jornada estará marcada por la liturgia de las horas, y el resto
del tiempo lo dedica a la lectura de textos sagrados y al trabajo
manual. Una particularidad de los cistercienses es la reunión
diaria del capítulo conventual, donde tras la lectura y comentario
de algún capítulo de la regla, se produce la confesión pública de las
culpas. El monje no puede vivir fuera de la clausura, no puede
desplazarse a las granjas. En el monasterio no pueden entrar mujeres.
Las monjas
Si bien cuando se escribe el Novum Monasterium, no se hace mención
de las mujeres, e incluso se descarta cualquier presencia femenina dado
que en la regla de San Benito, no se mencionaba que mujeres hubieran
accedido a sus monasterios, el problema de las monjas se plantea a partir
de 1112, con la llegada de Bernardo junto con sus treinta compañeros,
algunas de sus esposas y familiares, también desean entrar en la vida
monástica, pero no existe ninguna estructura para acogerlas. Bernardo
se encarga de interceder en la abadía de Molesme, y se crea un priorato
de monjas en Jully, donde Molesme posee una iglesia y el Conde de Milon
de Bar les dona un castillo. Allí se trasladan las religiosas de Molesme
y allí toman el hábito. El primer reglamento del priorato, se lo da el
sucesor de Roberto de Molesme, el Abad Guido de Châtel-Censoir.
En un segundo reglamento escrito entre 1118 y 1132, se establece la
clausura estricta y la abstinencia de carne. Una monja de Jully será
la primera abadesa de Tart que formará la primera abadía cisterciense
femenina, que dependerá orgánicamente del abad de Cister.
La abadía de Tart pronto tendrá otras abadías hijas, y se reunirán
anualmente en la casa madre bajo la presidencia de la abadesa
de Tart y del abad de Cister. La primera actuación del capítulo
general sobre una abadía de monjas, se produce en 1187, y tiene
como objeto la de las Huelgas, a la que se autoriza a ser la
casa madre que agrupe a todas las monjas del reino, cumpliendo
la voluntad del rey Alfonso VIII de Castilla.
Las granjas
Los monasterios primitivos se fundan en zonas apartadas de los
núcleos de población, en medio de campos, bosques o en el centro de
valles, siempre cerca de un curso de agua. La orden del cister
siempre da valor al trabajo manual de los monjes que inicialmente
se dedican a cultivar las tierras que rodean el monasterio, con el
tiempo, estas tierras van creciendo gracias a las donaciones, con lo
que los terrenos de cultivo se alejan del monasterio. Para resolver
este problema los monasterios cistercienses fundan granjas, donde
trabajan legos, bajo la supervisión del cillerero de la abadía .
Las granjas no pueden estar a mas de un día de camino de la
abadía, y normalmente tiene a su cargo terrenos de unas docenas
de hectáreas, donde se cultivan cereales, prados de pastos, bosques
que proporcionan madera y en algunos monasterios, viñedos que
permiten elaborar el vino que formará parte de las dieta de los
monjes. Para ayudar a los conversos, mano de obra religiosa y
gratuita, pero no siempre abundante, la orden prevé la
contratación de mano de obra asalariada o mercenarii.
La organización de las granjas permite a los cistercienses
tener grandes conocimientos de agricultura, ganadería e hidráulica,
lo que permite una organización capaz de aportar una gran
contribución al desarrollo y revalorización de los terrenos en toda
Europa y especialmente en la Península Ibérica, donde la falta de
población y la adquisición de nuevas tierras durante la reconquista,
harán de su capacidad un bien deseado por los reyes y nobles de
los reinos ibéricos. Los cistercienses no se limitaban al trabajo
agrícola, en algunas abadías se explotaban salinas, fabricaban
cerámica y en aquellas donde vivían monjes de elevada formación
cultural existían scriptorium, donde los monjes copiaban libros.
Los Conversos
Inicialmente los conversos o legos son laicos reclutados para ayudar
a los monjes en las tareas mas pesadas, participan en los oficios de
la mañana y de la tarde. Posteriormente se publican reglamentos
relativos a ellos y su actividad. Finalmente los conversos son religiosos,
tras un noviciado en el que son formados en la regla benedictina,
renuncian a los bienes materiales y se someten a la autoridad del Abad.
Los conversos llevan barba, visten hábito marron y viven en las granjas
o en los monasterios en zonas reservadas a ellos. En la iglesia entran
por una puerta distinta a los monjes y se sitúan en una zona separada
de los profesos por una galería. Los conversos no pueden hacerse monjes.
No se puede entender, desde la estructura de la sociedad actual,
esta división entre profesos y legos, pero en la edad media, lo
s monjes eran en general hijos de familias nobles o adineradas,
que entraban desde jóvenes a profesar en la religión. Por tanto los
legos eran gente del pueblo llano, sin recursos, y que a cambio de
manutención y cobijo, se sometían a la disciplina de la orden y
trabajaban para ellos.
Fundación de nuevas abadías
Se pueden producir de dos maneras, por la creación "ex novo",
es decir donde no existía previamente ninguna estructura, en
este caso se suele producir por la donación de tierras y bienes por
parte de reyes y nobles, que lo hacen a los monjes de un monasterio
ya consolidado, solicitando la formación de uno nuevo, del monasterio
, saldrán generalmente doce monjes, que ocuparán los terrenos y iniciarán
la construcción de los edificios necesarios para la supervivencia de la comunidad.
Algunas de estas fundaciones, se hacían donde ya existían previamente
comunidades de anacoretas, o en terrenos donde se han producido
fenómenos religiosos, como aparición de imágenes, o visiones de luces.
La otra forma de fundación es la de adhesión, por la que una comunidad
ya formada, solicita la inclusión en la orden de Cister.
En este caso, la orden cisterciense envía un emisario para comprobar
la disposición de la comunidad y si la zona es adecuada para la
supervivencia de la comunidad futura, una vez dado el visto bueno
puede que algunos monjes de otro monasterio pasen a formar parte
del nuevo. La abadía de donde saldrán los monjes será la abadía madre
de la nueva y su abad tendrá que ir una vez al año a supervisar la situación
de la nueva. Como ya se ha dicho las cuatro casas madre fundadoras
de todas las demás fueron Citeaux, La Ferté, Pontigni, Morimond y Claraval
, todas las demás abadías son hijas o filiales de estas en primer, segundo
o tercer grado. Así por ejemplo, Poblet es una filiación de Fontfroide,
que a su vez es filial de Grandselve y a su vez filial de Claraval.
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lunes, 8 de agosto de 2016
9:28:00
A
Historia
66 comments
jueves, 4 de agosto de 2016
12:42:00
A
Monjes
21 comments
Nuestras Constituciones definen a la Orden como "un Instituto Monástico de vida íntegramente dedicada a la contemplación. En soledad y silencio, en oración constante y gozosa penitencia, ofrecen los monjes a la Divina Majestad un servicio humilde y digno a la vez, observando la Vida Monástica según se determina en las Constituciones" (Cfr. CIC, canon 674). Consagrados por nuestra Profesión a la búsqueda de Dios en la oración, en la soledad del monasterio y en el seno de una comunidad fraterna, nuestro día transcurre repartido entre la celebración cantada de la Liturgia de las Horas (a la cual "nada se debe anteponer en el monasterio", según prescribe S. Benito en su Regla), y entre el trabajo, sobre todo manual, y la Lectio Divina.
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La jornada en Santa María del Paraíso comienza cuando a las 4 AM la campana invita al monje a dejar el descanso nocturno para comenzar, todavía en la madrugada, el rezo de la primera hora litúrgica del día, las Vigilias, la alabanza nocturna a Dios mientras la naturaleza y los hombres duermen; el monje es así un vigía que, orando hasta que El vuelva, en el corazón de la Iglesia encarna y materializa en el ritmo del devenir cósmico, el deseo de la Iglesia-Esposa por la venida de su Señor.
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Todo esto el monje lo vive en soledad, mas no en solitario. Nota fundamental del monacato cisterciense es su carácter cenobítico, por el que el monje vive siempre en comunión de vida y de bienes con los hermanos que Dios ha llamado a su misma Comunidad, siendo esto sellado y sancionado por un voto público el día de su Profesión: es el Voto de Estabilidad por el que el hermano se compromete a vivir y morir en esa misma Comunidad a la que Dios le llamó un día, y con aquellos hermanos que Dios mismo le presenta para siempre como don y ayuda en su caminar. El monasterio se convierte así en una schola caritatis, una "escuela del amor" (como gustaban llamarlo los primeros cistercienses), en el que los valores humanos se fomentan e incrementan a la sombra de una vida de intensa relación con Dios. La paz y la alegría que irradian las comunidades cistercienses es la prueba incontestable de que ambos polos, vividos en fidelidad, no sólo no se excluyen sino que se necesitan y complementan para ayudar a la persona a alcanzar su plena madurez humana y espiritual.
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12:41:00
A
hospederia
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Tal y como contempla la Regla de S. Benito, el Monasterio tiene también una hospedería por la que la Comunidad monástica comparte los frutos de su oración y su trabajo con aquellas personas que los necesiten Según nuestras Constituciones: "Por providencia de Dios, los monasterios son lugares santos, no sólo para quienes participan de la misma fe, sino para todos los hombres de buena voluntad" Por ello. "Los hermanos recibirán con bondad y reverencia a todos aquellos que la Divina Providencia guíe al Monasterio, sin que este servicio perturbe la quietud monástica".
TESTIMONIO
LA EXPERIENCIA DE UNA HUÉSPED EN
EL MONASTERIO CISTERCIENCE SANTA MARIA DEL PARAÍSO
LA EXPERIENCIA DE UNA HUÉSPED EN
EL MONASTERIO CISTERCIENCE SANTA MARIA DEL PARAÍSO

A la entrada del monasterio se lee: "Esta es casa de oración, mansión de paz…"; ¡lugar de silencio y paz! y se siente nuevamente el asombro que es el contraste con la vida violenta, bulliciosa y saturante de la ciudad. El silencio no tiene sabor a soledad ni a vacío; ese profundo silencio se convierte en paz interior, la cual aparece en los ojos y no es transferible al otro. ¿No será acaso "topar" un poco a Dios?
Ir a la Trapa es una experiencia existencial en pos de la búsqueda de trascendencia que tenemos todos los seres humanos. Permite sumergirnos en las profundidades de nuestro yo, en donde no hay cabida para los maquillajes, las justificaciones, ni las mentiras con uno mismo. La verdad y la libertad se convierten en los desafíos a ser conquistados e incorporados en la vida de cada día, sobre todo en las pequeñas cosas.
El silencio y la soledad del Monasterio, donde viven los monjes a manera de "Guardianes del Mundo", incita a hacernos preguntas sobre la mundaneidad, el sentido de la dignidad humana, del valor de la vida tan maltratada y menospreciada en las relaciones personales, comunitarias, institucionales; en las esferas de la política y del poder...
La soledad vivida con estos descubrimientos no es soledad, es la condición necesaria para cerrar los círculos dolorosos del pasado y abrir otros nuevos que limpian lentamente los ojos para poder ver a Dios.
12:40:00
A
hospederia
19 comments
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Monasterio de Santa María del Paraíso
Casilla 259 LATACUNGA (Cotopaxi) ECUADOR Tel/Fax: 593-32-726483 |


12:39:00
A
cisterciense
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MONASTERIO CISTERCIENSE FUNDADO EN 1997 POR EL MONASTERIO DE SAN ISIDRO DE DUEÑAS ( PALENCIA ),EN ECUADOR EN UN LUGAR DE ORACIÓN,TRABAJO Y SILENCIO.
12:29:00
A
cisterciense
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Historia de la orden Cisterciense |
El movimiento monástico Cisterciense nace en Francia a comienzos del siglo XI (1098),
cuando un grupo de monjes del monasterio Cluniacense de Molesmes, abandona su comunidad para formar una nueva, en la localidad de Citeaux (Cister), al frente de ellos el abad Roberto, pretende restaurar la estricta Regla de San Benito de Nursia , que en el año 545 había fundado la orden de los Benedictinos. La nueva orden se basa en los principios de abandonar todo signo externo de riqueza y en el propio trabajo para conseguir su subsistencia, será el famoso "ora et labora"que distinguirá a los monjes del Cister. El abad Roberto es obligado por el Papa a regresar a su comunidad, y será su sucesor, Alberico, el que consiga el reconocimiento de la orden por el Papa Pascual II. Por último el tercer abad Esteban Harding, promulga laCarta de Caridad que recoge las normas por las que se regirán todas las comunidades de la orden y funda las comunidades de La Ferté, Pontigny, Morimond y Claraval que serán las casas madre del resto de los cenobios cistercienses posteriores. En 1113 comienza la expansión de la orden en Francia. Será Bernardo de Claraval el sucesor de Esteban el que favorezca la expansión de la orden primero en Francia y posteriormente al resto de Europa.
A la muerte de Bernardo en 1153, prosigue la expansión de la orden aunque
con menos intensidad, pasando de trescientas cincuenta abadías a alrededor de seiscientas cincuenta en 1250. La orden refuerza su presencia fuera de Francia, en países, como Inglaterra, Alemania, Italia y la península Ibérica, Grecia y Oriente Medio. El vigor inicial de Claraval es sustituido por Morimond y Citeaux esperará hasta la segunda mitad del siglo XIII para crear nuevas abadías como Royaumont o L'Épau. A partir de 1200, se añade la proliferación de casas femeninas, con la creación de numerosas filiales de Tart y Las Huelgas, llegando a contar con mas de cuatrocientas abadías a finales del siglo XIII.
En estos cien años se producen factores que supondrán una
desestabilización de la orden, unos internos como el crecimiento en número de abadías y su dispersión territorial, además de la incorporación de cenobios que ya tienen su funcionamiento propio, y otros externos como diversos acontecimientos que afectan a la iglesia en general, la elección de dos Papas en 1159, Alejandro III y Víctor IV apoyado por Federico I Barbarroja, que producirá la división de los abades de Cister, cuyas abadías anglosajonas, incluida la propia Citeaux apoyarán al segundo, hasta que los abades de Claraval y Pontigny le obligan a dimitir en 1161. La duración de los mandatos de los abades, se acorta, bien por la elección de hermanos muy ancianos, o bien porque son llamados a desempeñar otras labores dentro de la iglesia. Además los cistercienses que inicialmente se habían mantenido al margen de la iglesia regular, se integran en ella, multiplicándose el nombramiento de obispos y cardenales, así como legados papales para diferentes misiones , como ocurre para luchar contra la herejía cátara. Todo esto, junto con la riqueza creciente de las abadías, hace que empiece a perderse el rigor de los monasterios. Los abades mas importantes y el Capítulo General de 1151 pide a Eugenio III una nueva aprobación de la regla, y en 1152, la bula Sacro Santa, ratifica la Carta Posterior, que es una Carta de Caridad actualizada, con una recopilación de los estatutos de la orden. En 1169 Alejandro III, concede el privilegio de exención. A este respecto es interesante la información recogida sobre esta cuestión y que puede ser leida en la siguiente dirección (ir).
En 1262, la discrepancia entre la abadía de CIteaux y la otras cuatro
principales, es de tal intensidad, que los abades de estas últimas no participan en la elección de Jaime II como abad de Cister, produciéndose la intervención del Papa Clemente IV para restablecer el orden, confiando la elección del abad de Citeaux solo a los miembros de la abadía. Todo esta hace que la jerarquía eclesiástica tenga cada vez mas poder e influencia sobre la orden.
EL concilio de Vienne de 1311 y 1312, cuestiona la capacidad de
los abades de ser nombrados por la misma comunidad y Juan XXII comienza a nombrarlos abades, anulando la capacidad de la comunidad de monjes para su elección. Esta capacidad será restablecida por Benedicto XII, que había sido monje y abad de Fontfroide, que intenta recuperar la disciplina mediante la bula Fulgens sicut stella de 1335.
Clemente VI (1342-1352) desarrolla el sistema de encomienda, por el
que el Papa nombra como abades ya no a monjes sino a miembros del clero secular , que estarán mas interesados por sus propios intereses que por el de sus abadías.
Los siguientes años, con occidente azotado por una epidemia de peste
1335 a 1340 y por una grave crisis económica, acompañada de la guerra de los Cien años, permiten la desolación de las abadía e incluso en 1360, la soldadesca desmovilizada tras la paz de Calais, arrasan la abadía de Citeaux y obliga a los monjes a refugiarse en Dijon.
El Gran Cisma de 1378 divide a la cristiandad y también a las abadías
unos de ellas apoyaran a Clemente VII y otras a Urbano VI hasta que el concilio de Constanza en 1414 reunifica el papado bajo Martín V
El Capítulo General de 1433, reorganiza la orden según un esquema
geográfico en lugar del sistema de filiaciones, el de 1439 promulga estatutos nuevos , la Rúbricas de los definidores, que intentan imponer un mínimo de disciplina.
Comienzan a producirse movimientos de reforma locales o regionales
, como el de 1427, cuando Martín de Vargas, en España, quiere introduci r mas rigor en los monasterios castellanos, produciendo una excisión no reconocida por el capítulo general de Cister, constituyendo la "Observancia Regular de San Bernardo" que tendrá mas de 50 monasterios asociados. Se formará en Italia la "Congregación Italiana de San Bernardo" apoyada por el Papa Alejandro VI.
En 1494, Juan de Cirey, abad de Citeaux, reune a los principales
abades de la orden, aprobando los dieciséis "Artículos de París", un programa mínimo de disciplina monacal.
A partir de 1521 la aparición de la reforma protestante, supone un
nuevo ataque a la orden, en los Países Bajos y Alemania, los monjes seguidores de Lutero, abandonan los monasterios, condenándolos a su cierre. Enrique VIII de Inglaterra, se proclama jefe de la Iglesia Anglicana, suprimiendo todas las órdenes religiosas y confiscando sus bienes.
Las Guerras de Religión, producen la invasión de Citeaux por los
hugonotes en 1574 y por la liga en 1598, desaparecen mas de 200 abadías, quedando las restantes en situación desesperada desde el punto de vista económico y de efectivos.
El concilio de Trento dicta un decreto en 1563, para restaurar la
disciplina en los monasterios. la orden de Cister aunque conserva las filiaciones, cada vez se organiza mas en congregaciones nacionales. Se seguirá de una etapa en la que los nuevos abades de Citeaux serán reformadores convencidos, promulgandose las "Ordenanzas de 1570" y el Capítulo General de 1584 recuerda lo que es la disciplina en sus Definiciones.
En 1601 el Gran Capítulo, que reune a miles de abades y religiosos,
En 1766, Luis XV reune en Francia a la Comisión de Regulares, prepara un gran proyecto de restauración, que no llega a ponerse en marcha. en 1606, el abad de Claraval Denis Largentier, y algunos abades de sus abadías filiales, sientan las bases de los que será en 1618, el nacimiento de la "Estrecha Observancia", a la que se adhieren otras abadías, pero no llegan a separarse del resto de la orden, por la oposición del Capítulo General. Claudio Largentier, sustituye a su tío al frente de Claraval, optando por una postura mas conservadora, llamada la "Común Observancia", conviviendo ambas reglas hasta que el cardenal Richelieu las unifica, al nombrar vicario general a Carlos Boucherat, partidario de la estrecha observancia. La división renace al morir Richelieu, hasta que en 1666, Alejandro VII mediante la Bula In Suprema, legítima la existencia de ambas observancias, bajo la autoridad de Cister. En 1675 nace el movimiento de la Trapa, con el abad Rancé a la cabeza, dentro de la estricta observancia, contagiando a otras abadías. que controlaba a mas de doscientas abadías, pertenecientes a ambas observancias, emiten un informe muy crítico sobre la situación de los monasterios, excepto para los pertenecientes a la corriente trapense, incluso treinta y seis de los obispos asistentes, se pronuncian a favor de la disolución de la orden. No se tomará ninguna resolución, pero será la revolución francesa la encargada de terminar con la existencia de la orden en Francia. |
12:27:00
A
Monjes
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12:26:00
A
cisterciense
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La historia de la fundación de esta monasterio comienza a poder ser documentada cuando en el año 1978 Su Eminencia el Señor Cardenal, Arzobispo de Quito, Pablo Muñoz Vega, visita nuestro Monasterio, la Abadía de Santa María de S. Isidro de dueñas, en Palencia, España. Habló a los monjes en la Sala Capitular solicitando, por primera vez, una fundación de monjes para el Ecuador. Era por entonces Padre Abad del Monasterio el R. P. Manuel Pérez. A raíz de esta visita comienza entre su Eminencia y el P. Abad una interesante correspondencia, que se conserva en los archivos de S. Isidro de Dueñas, existiendo copias, ahora, en el Monasterio de Salcedo. Ciertos parrafos de las cartas de Su Eminencia pueden ilustrar de forma cualificada la realidad hoy lograda de la fundación, por eso transcrimos alguno: "Tenemos en Ecuador varios monasterios de Vida Contemplativa de Religiosas; ninguno de Religiosos. Por ello me sentiría feliz de que se iniciara en esta Nación, consagrada al Corazón de Jesús, la Vida Contemplativa de Religiosos varones, y que fuera La Trapa quien hiciera este gran bien a la Iglesia Ecuatoriana". Y concluía: "Tal es la petición que formulo, en la esperanza de que sea la mano del Señor la que trace el camino por donde podamos llegar al santo ideal". Sin duda que aquí su deseo se ha realizado no en cuanto al momento, sí en cuanto al modo: era Dios quien trazaba el camino. En este camino la Providencia dispuso que Su Eminencia viviera su inicio, pero no ahora su final, cosa que tanto hubiera deseado. "No existe en nuestra tierra ningún monasterio de Vida Contemplativa masculina, y por ello me consideraré feliz cuando llegue la hora de inaugurar con Ustedes obra tan preciosa", escribía al P. Abad el 19 de Diciembre de 1980.
No era entonces la hora de fundar pero la historia continuaba segun los planes de Dios y los deseos de los hombres. Otra visita al Monasterio de S. Isidro, esta vez por parte de Mons. Tomás Romero Gross. Obispo Vicario Apostólico de Puyo, venía de nuevo a despertar la antigua invitación a fundar en El Ecuador. Esto ocurría en Noviembre de 1989. Poco después nos llegaba la noticia de su muerte en Quito.
Finalmente una tercera visita en Junio de 1996, esta vez por parte de Mons. Frumen Escudero Arenas, sucesor de Mons. Romero en Puyo, viene a ser decisiva en el desenlace de esta historia: Mons. Frumen acudía a S. Isidro en nombre de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana solicitando formal y oficialmente a la Abadía de S. Isidro la fundación de un monasterio de monjes del Císter en El Ecuador. A partir de este momento, la Comunidad entró en un proceso más serio y urgente de dicernimiento. Además de la petición de Ecuador habían llegado otras peticiones de fundación procedentes incluso de varios continentes: la más insistente de éstas era de Su Eminencia el Señor Cardenal de Lima, Augusto Vargas Alzamora.
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Mas una vez decidido el país faltaba buscar el lugar concreto donde asentar el Monasterio. Fué Mons. Mario Ruíz, Arzobispo de Portoviejo y Presidente de la Conferencia, el que buscando lugar apropiado acudió al ilustre matrimonio Ing. Julio Mancheno Lasso y María Sofía Gangotena Jijón. Ellos, movidos por una generosidad digna de todo encomio, a la propuesta de venta de un terreno respondieron con su donación. A los dos meses de la llegada de los monjes moría el Ing. Julio Mancheno y el pasado 24 de Enero moría su esposa. Ellos con su gesto han entrado ya en la historia de la Iglesia de Ecuador al convertirse en los fundadores laicos del primer monasterio de varones de este país. Dios, sin duda, habrá premiado ya con el verdadero Paraíso a quienes tan significativamente contribuyeron con sus bienes a la fundación de esta Casa que, en su misma advocación, intenta recordar al hombre el feliz destino para el que Dios le creó y la dicha eterna que le tiene preparada.
Al decir de nuestras Constituciones: "La vida monástica fielmente vivida está íntimamente unida por el celo por la extensión del Reino de Dios. Los monjes llevan en el corazón esta solicitud apostólica. La vida contemplativa es una forma propia de participar en la misión de Cristo y de la Iglesia y de insertarse en la Iglesia local. En consecuencia, por mucho que urja la necesidad del apostolado activo, no pueden ser llamados los monjes a colaborar en los distintos ministerios pastorales, ni a prestar sus servicios en actividades externas"(ii). Es esta misteriosa fecundidad apostólica, que dimana paradójicamente del ocultamiento ante los hombres y la simplicidad que se queda sólo con Dios, la que nosotros ponemos al servicio de esta Iglesia del Ecuador que nos ha llamado y que con tanto cariño nos ha acogido.
"Anunciaré tu Fidelidad por todas las edades..."
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12:25:00
A
Historia
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La historia del monasterio
El 14 de Mayo de 1997 Mons. Raúl López Mayorga, obispo de Latacunga procedía a la erección como casa religiosa en la población de Salcedo, del Monasterio Cisterciense de Santa María del Paraíso que, habitado por monjes cistercienses venidos de la Abadía de S. Isidro de Dueñas, en España, constituye la primera presencia monástica masculina en la Iglesia del Ecuador
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